Está claro que esta pandemia no terminará en semanas o meses; es una pandemia que va a durar varios años y que afecta a todo el mundo. Hemos pasado por crudas realidades y seguiremos enfrentándonos a más. La crudeza lleva su propia fuerza; Irónicamente, al enfrentar la crudeza, espiritualmente compartimos su fuerza en lugar de ser destruidos por ella.
Ser un pueblo eucarístico significa que somos un pueblo que da gracias a Dios. En medio de nuestra cruda realidad pandémica, mi acción de gracias se ha vuelto más austera y más fuerte. Al igual que mis oraciones de petición, mi acción de gracias se reduce a las necesidades humanas básicas, y siento la fuerza que proviene de esa gracia no solicitada.
El pasaje del evangelio de ayer (Jn 6: 60-69) reflejaba una cruda realidad: las personas que habían venido a Jesús ahora se estaban alejando. Jesús les hizo una pregunta sobria a los doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” La respuesta de Pedro comenzó con una cruda evaluación de su realidad: " Señor, ¿a quién iremos?" Pedro continuó con profunda claridad de fe: “Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
¿Qué tan austera ha sido su experiencia con la pandemia? ¿Cómo le ha dado fuerza el afrontar esta cruda realidad como persona de fe, persona de acción de gracias, persona de Eucaristía?