Recuerdo cuando era un niño y me compraban un par de zapatos nuevos, los sacaba de la caja y me los ponía lo más rápido que podía. Les decía a mis hermanos y hermanas: "¡Ahora puedo correr más rápido con estos zapatos nuevos y nadie puede superarme! ¿Quieres jugar carreras?"
Fue un pensamiento tonto ahora que lo reflexiono. En el evangelio de hoy, Pedro no corrió tan rapido como el otro discípulo (quien tal vez había comprado zapatos nuevos) que llegó primero a la tumba. Pero el otro dicípulo no entró en el sepulcro, esperó a Pedro antes de entrar. ¿Estaba esperando por respeto a Pedro? ¿O tenía miedo de entrar solo? ¿Estaba cansado de correr y tuvo que recuperar el aliento? ¿O rezó y contempló lo que vio?
No estoy seguro por qué el otro dicípulo esperó. Pero al vivir en la época de esta pandemia, parece que corro mucho estos días. Corro para vacunarme, corro para buscar mi cubre bocas cuando salgo en público. Corro para consolar a mi amigo que perdió a su esposa por COVID. Corro para ayudar a mi vecino que necesita ayuda debido a una enfermedad. Corro para mantenerme al día con mi trabajo que se ha visto afectado por esta pandemia. Corro a una reunión de zoom. ¡Siento que necesito zapatos nuevos para seguir el ritmo de toda esta carrera!
Cuando llegó Pedro, entró en el sepulcro y vio allí los paños de sepultura de Jesús; luego el otro discípulo entró en la tumba. ¡Inmediatamente vio y creyó! Debo preguntarme ¿adónde voy estos días? ¿Recuerdo lo que he escuchado? que he visto con mis ojos? ¿Qué he tocado con mis manos? ¿Proclamo la vida eterna con Dios que se nos hizo visible? Deténgase un minuto de su carrera durante los próximos días y vea, escuche y póngase en contacto con nuestro Dios que está con nosotros en nuestro viaje.
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