En el evangelio de hoy (Lc 10, 25-37), el doctor de la ley pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?" Utilizando la parábola del buen samaritano, Jesús nos enseña que nuestro prójimo es el “otro” que sufre y necesita misericordia.
En su Summa Theologiae (ST II-II.30.1), Santo Tomás de Aquino define la virtud de la misericordia como "la compasión que experimenta nuestro corazón ante la miseria de otro, sentimiento que nos compele, en realidad a socorrer, si podemos.” Para Santo Tomás, la virtud de la misericordia tiene dos caras: la misericordia "afectiva", que es una emoción que sentimos por la difícil situación de otro, y la misericordia "efectiva", que es la acción que tomamos para aliviar las miserias o satisfacer las necesidades del que está sufriendo.
El buen samaritano es el prójimo por excelencia que muestra misericordia a la víctima herida del ladrón. Siente simpatía por el forastero herido y se mueve a la acción. Utiliza su estatus, sus talentos y su tesoro para aliviar al herido que sufre.
Durante este tiempo de Corona, en medio de un sufrimiento humano sin precedentes, nos enfrentamos a una oportunidad extraordinaria para cultivar la virtud de la misericordia. ¿Quién es tu prójimo? ¿A quién estás llamado a amar como a ti mismo? Jesús nos enseña que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos requiere que hagamos más que sentir simpatía y orar por el otro, requiere que hagamos todo lo que podamos para aliviar su sufrimiento.