Los incendios forestales y las guerras nos asustan con frecuencia en estos tiempos. Percibimos la precariedad del mundo en el que vivimos. Buscamos las causas entre las que suele mencionarse el cambio climático y las luchas por el poder. Pero cuando se trata de discernir qué hacer para cambiar esta situación parece que no estamos dispuestos a modificar hábitos.
El evangelio del próximo domingo tiene al fuego como uno de sus símbolos. Jesús afirma que ha venido a traer fuego y que su deseo más intenso es que arda. Esta afirmación puede sorprendernos pero si nos enfrentamos cara a cara con Jesús veremos cómo cambia nuestra visión de Dios, la humanidad y el mundo.
En efecto, Jesús no ha pasado desapercibido en este mundo. Aunque él rechazó la idea de hacer caer fuego sobre los samaritanos que lo habían rechazado de todas maneras su presencia ha provocado a lo largo de la historia de la humanidad una verdadera crisis tanto personal como social. Crisis justamente viene del griego y significa “separar” y “decidir”.
Lo que percibimos cuando nos acercamos a su vida es su pasión por Dios y compasión por los que sufren. Para algunos el estilo de vida de Jesús pasa desapercibido, no quieren tomar una decisión, no quieren comprometerse. Pero si tomamos en serio a Jesús su estilo de vida es a tal punto provocativo que termina por separar, por dividir este mundo entre los que son sus seguidores y los que no; es decir, entre los que viven su vida apasionados por Dios compadeciéndose con los más débiles. Jesús es ese fuego ardiente que separa. ¿Queremos que arda?
Te invitamos a agregar tus propios comentarios sobre esta publicación en Facebook.