El próximo domingo en la Iglesia Católica Apostólica Romana celebraremos el domingo del Buen Pastor, celebraremos a Jesús como el único pastor bueno y verdadero que da su vida por sus ovejas. Este año la liturgia ha seleccionado un texto del evangelio de Juan que en mi opinión acentúa el tema de la unidad entre Jesús y sus ovejas (cada uno de nosotros). Unidad a la que todos aspiramos. No estaríamos leyendo este texto si desde lo más profundo de nuestro ser no buscásemos esa unidad profunda. “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío” (Salmo 42, 2). Unidad que tiene un fundamento claro: es la unidad de Jesús con su Padre.
Unidad a la que aspiramos sin nunca lograrla plenamente. Es que esta, nuestra vida está tan llena de afanes y luchas. Preguntarnos si realmente reconocemos la voz de Jesús es un ejercicio espiritual necesario en más de un momento de nuestro caminar como cristianos. En efecto, muchas voces nos reclaman diariamente. No podemos ser ingenuos y simplemente dar por sentado que nuestras inclinaciones, interpretaciones y propósitos se identifican con lo que Jesús nos propone. No es la duda metódica cartesiana la que se nos propone; aquella que pone en duda la existencia de aquello que habitualmente damos por sentado. Se trata de poner en cuestión todas nuestras certezas aun las cristianas. Exponiendo nuestra fragilidad hacemos espacio en nuestro ser para la inmensidad misericordiosa y providente de Dios. Entonces podremos distinguir entre la multitud de ruidos la voz de Jesús.
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