Hay una interesante congruencia entre las palabras que Jesús pronuncio el quinto domingo de Pascua: “Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado." (Jn. 13, 34), y lo que Jesus dijo el domingo pasado: "La paz les dejo, mi paz les doy" (Jn. 14, 27).
El salmo del quinto domingo (Sal 145, 8 y 9) ofrece una especie de definición del amor que Jesús mostró a sus amigos:
El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar.
El Señor es bueno con todos y compasivo con todas sus obras.
Amar al otro es desearle el bien en todas las cosas. Es ser misericordioso... mostrar misericordia... ser lento en enojarse... mostrar bondad con el otro. Es entrar en el sufrimiento de los que sufren para ofrecer presencia, esperanza, y consuelo.
La paz-Shalom-es "desear la integridad, la salud, la paz, el bienestar, la seguridad, la solidez, la tranquilidad, la prosperidad, la perfección, el descanso, la armonía... [Shalom es] estar completo, perfecto y en paz."
¿Puedes ver cómo los dos fluyen del uno al otro; entre uno y el otro?
Ser pacificadores es elegir el camino de la paz voluntariamente, conscientemente, para uno mismo, para los demás, y de hecho, para todos los que ocupan el planeta con nosotros en este momento.
Ser personas que encarnan el amor del Señor es elegir el camino del amor voluntariamente, conscientemente, para uno mismo, para los demás, y, de hecho, para todos los que ocupan el planeta con nosotros en este momento.
Para esto, debemos necesariamente - y humildemente - reconocer que no podemos hacerlo por nosotros mismos: necesitamos el testimonio, la fuerza, el apoyo y los esfuerzos de los demás, sobre todo, necesitamos la gracia de Dios - la gracia que encontramos en su Palabra y los Sacramento.
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