Desde finales de noviembre ya las tiendas estaban arrinconando las cosas de “Navidad” y llenando los estantes de corazones rojos, despertando en la mente del consumidor la necesidad de mirar hacia el futuro (¡febrero!). A pesar de mi juicio personal, puesto que admito que es algo que me incómoda, creo que es razonable decir que vivimos en una sociedad que se capitaliza de hacer que las personas pongamos nuestra mirada a lo “próximo,” y nos separemos de lo que tenemos entre manos, aquí y ahora. Es como si la mercadotecnia y todos los medios sociales alimentaran nuestra tendencia a vivirnos en estado de “pre” ocupación. Es decir, de querer estar ocupándonos de lo que aún no existe, y tal vez nunca llegue.
La realidad es que todavía estamos en la octava de Navidad celebrando que Dios-Es-Con-Nosotrxs y dentro de este misterio, con la liturgia de la Sagrada Familia, se nos recuerda que estamos llamadxs a vivirnos ocupadxs de una sola cosa: la voluntad del Dios de la Vida. El Evangelio nos relata a una familia que estaba compuesta por una red extensa de tías, primos, hermanos, vecinos y otros parientes que anualmente peregrinaban a Jerusalén. José y María pierden de vista al niño, porque asumían que éste estaba entre los otros niños y niñas, jugando, haciendo travesuras, disfrutando…. No es hasta la hora de dormir como núcleo familiar que se dan cuenta que Jesús no estaba entre ellos. Resulta que Jesús, apenas a los doce años, ya había ampliado su conciencia y reconocía la importancia de relacionarse y establecer comunión más allá de su familia carnal.
Cuando María y José, admitiendo angustia y ansiedad, encuentran a Jesús y lo “regañan,” él les contesta con mucha claridad: “No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” Resulta que Jesús, apenas entrando en la adolescencia, comienza a vivir lo que después predica por toda Galilea, la importancia de vivirnos en relaciones más amplias, sanas y amorosas, lo que él le llama el “Reino de Dios,” y de ocuparnos en que ese Reinado se haga presente, sin preocuparnos del futuro y sólo pedir “el pan de cada día” (cfr. Mateo 6). Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿De qué cosas me ocupo? O ¿de qué cosas me PREocupo, distanciándome de lo que ES y de quienes están, aquí y ahora? Celebrar la Navidad es reconocernos todxs parte de una familia SAGRADA que incluye no solo a personas de toda raza, nación, lengua, religión, condición económica y partido político, sino la que incluye a todo SER viviente. Jesús no estaba “perdido,” sino que estaba cuestionando el sentido limitado que tenemos de lo que constituye una familia y ubicándonos en el único momento que nos debe de ocupar, el momento presente.