La Iglesia profesa que el Sacramento del Bautismo es un rito sagrado que eleva nuestra humanidad, haciéndonos hijos e hijas adoptivos y redimidos de Dios. Las lecturas de este fin de semana nos invitan a reflexionar sobre el profundo significado de esta transformación.
El bautismo nos prepara y nos llama a ser luz para las naciones, trayendo justicia, misericordia y consuelo al mundo—sin parcialidad—y proclamando y viviendo los valores del Evangelio. En el corazón de esta transformación yace una verdad fundamental: tú eres el amado. Yo soy el amado.
Nuestra vocación bautismal se basa en el profundo reconocimiento de que Dios nos ama incondicionalmente, incluso en nuestra fragilidad humana. Es precisamente debido a esta fragilidad que necesitamos esta adopción, esta transformación, para restaurar el verdadero valor de nuestra existencia. Tu valor y mi valor no se definen por nuestras limitaciones o fallos, sino por cómo Dios nos ve: como Su creación, amada y preciosa.
Sin embargo, el mundo ruidoso y nuestros “demonios” personales intentan constantemente sabotear esta verdad, buscando alejarnos de experimentar a nosotros mismos y a los demás como los amados de Dios. Se enfocan en los pecados del pasado y promueven la división, distrayéndonos de la realidad del amor de Dios.
Pero aquí está la verdad: tú eres el amado. Tú eres amado. El amor ha triunfado. El amor te llama a traer justicia y misericordia al mundo. Celebra tu bautismo.