"Una caña magullada no se romperá y una mecha humeante no se apagará." Esta promesa, tomada del libro de Isaías, aparece en la primera lectura de hoy, el bautismo del Señor. Una vez bordé estas palabras en una cubierta para mi copia de la Oración Cristiana: La Liturgia de las Horas. En ese momento, estaba pensando en ellos mientras se aplicaban a mí individualmente. Pero ahora veo el significado de llevarlos a una oración mundial, tocarlos y ser tocados por los moretones y el agotamiento de los demás.
Hace poco, un grupo de nosotras preparamos los regalos de Navidad para las hermanas de la casa. Nos faltaba algo. La coordinadora local y la Hermana en profesión temporal pensaron que ella debía ser la que se fuera sin ella. Este incidente me vino a la mente mientras leía el Evangelio, imaginando a Jesús y a Juan el Bautista respetándose unos a otros. "Necesito ser bautizado por ti." "Permítelo ahora porque así es apropiado para nosotros cumplir toda justicia." Ya que Jesús y Juan trabajan juntos de esa manera, es apropiado seguir su ejemplo.
Hace años, otra hermana y yo asistíamos a un taller de poesía. En el estacionamiento, un caballero nos dijo: "Sé quién eres. Ustedes son los que se ponen primero."
Vivir esa deferencia, haciéndose más importantes unos a otros que a sí mismos, testimonia el amor que nos une en la comunidad de los bautizados. Ese amor es seguramente una señal en el camino hacia el Reino.