Reflexión Cuarto domingo del tiempo ordinario - Ciclo A
Ayer escuchamos el Evangelio de Mateo 5:1-12a; Las bienaventuranzas.
Los hemos escuchado y reflexionado antes; un pasaje utilizado para muchos momentos litúrgicos y formativos de nuestras vidas. Tal vez cuando escuchamos el Evangelio podríamos recitar las palabras, ya que se han arraigado en nosotros. Estas ocho frases son de naturaleza simple, pero increíblemente complejas.
Las bienaventuranzas son el corazón de la predicación de Jesús, guía para nuestro camino, bendiciones para todos nosotros. Vivir según las bienaventuranzas nos ayuda a ser la persona que Dios quiere que seamos. ¿Tendremos desafíos en el camino?? Por supuesto.... pero tendremos el apoyo de los ángeles y santos que interceden por nosotros.
Lo que el mundo ve como trágico o vacío, Jesús lo ve como bienaventurado: humildad, duelo, dulzura, tranquilidad y otras virtudes. Jesús vivió por estas cualidades y podemos notarlas en Sus palabras y acciones durante Su vida en la tierra. Las bienaventuranzas son bendiciones o dones ofrecidos por Dios, cada uno nutrido a través de la oración. Nos enseñan que la felicidad (bienaventuranza) vive en la conciencia de quiénes somos y lo que se supone que debemos hacer en nuestras vidas. Cuando compartimos nuestras bendiciones con aquellos lugares de Dios en nuestras vidas, esforzándonos por elevarlos como lo hizo Jesús, estamos siendo el rostro de Dios para los demás.
Dios misericordioso,
Ayúdame a ser sal de la tierra y luz para el mundo,
Compartiendo lo que me has dado abundantemente mientras proclamo la Buena Nueva;
Dando vida a las semillas Tú has sembrado dentro de mí como Yo soy tu rostro a aquellos que pones en mi vida.