Ayer fue el Domingo de Ramos, una especie de preludio al comienzo de la semana más solemne del año—Semana Santa—en la que los acontecimientos salvíficos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor se desarrollarán en las Liturgias del Triduo en Palabra, ritual, gesto, signo y símbolo con fuerza y poder sin igual.
Algunos de nosotros asistiremos a esas liturgias con una familiaridad fácil que raya en la rutina. Incluso podríamos preguntar: "¿Me pregunto qué van a hacer nuevo este año?" Otros observarán pasivamente el desarrollo de los Ritos Antiguos como espectadores en una producción teatral. Otros soportarán otra lucha para encontrar estacionamiento, asientos y la prisa para limpiar el estacionamiento. "Esta es la semana en la que deberíamos pagar el alquiler, Padre," bromeó una vez uno de mis feligreses. "¡Estamos pasando tanto tiempo en la Iglesia!"
Considere esto: Hay aquellos en prácticamente cada Asamblea parroquial para quienes todo esto es nuevo, algo nunca antes presenciado o experimentado - algo profundamente personal y conmovedor para ellos. Estos son los Elegidos, los que han viajado durante semanas y meses a través de la Orden de Iniciación Cristiana que culminará en su Bautismo, Confirmación, y tomando su lugar con nosotros en la Mesa del Señor en la Vigilia Pascual.
Imagine lo que están pensando, lo que están sintiendo. Ponte en su lugar. ¿Cómo sería sentarse en la primera fila de la Asamblea, viendo cómo se lavan los pies el Jueves Santo? ¿Cómo te sentirías al acercarte a la Cruz para tocarla con reverencia, ternura o besarla el Viernes Santo? ¿Ver el Fuego Nuevo, la procesión de velas parpadeantes, la entonación del Regocijo, y sentarse a través del recuento de la Historia de la Salvación en la Liturgia de la Vigilia de la Palabra? ¿Presenciar la bendición de la Fuente y acercarse a esa Fuente para sumergirse en su agua de ahorro? Susurrar "Amén" por primera vez al recibir la Sagrada Comida y Bebida del Altar del Sacrificio.
Quizás si pudiéramos permitirnos participar en el Triduo desde su perspectiva, podríamos permitir que el poder salvífico de la gracia del Triduo nos fuera dada de maneras no experimentadas antes.
¡Rezando para que esta Semana Santa sea de gracia "apretada, sacudida y fluyendo" (Lc. 6/38) para todos y cada uno!