Reflexión Segundo Domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia - Ciclo A
Ayer la Iglesia celebró el domingo de la Divina Misericordia. Estamos llamados a contemplar la plenitud del misterio pascual - la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Dios desea perdonar nuestros pecados y ofrecer Su misericordia. La Misericordia Divina es la forma que toma el amor eterno de Dios cuando nos alcanza en medio de nuestra miseria y quebrantamiento.
El mensaje de la Divina Misericordia es simple. Es que Dios nos ama y quiere que nos acerquemos a Él en oración constante, arrepintiéndonos de nuestros pecados mientras le pedimos que derrame Su misericordia sobre nosotros y sobre el mundo. Él quiere que recibamos Su misericordia y que fluya a través de nosotros hacia los demás, extendiendo nuestro amor y perdón a los demás tal como lo hace con nosotros.
El Evangelio de Juan que escuchamos ayer es la historia de Tomás que tuvo que tocar y ver antes de creer. Thomas habla por todos nosotros en un momento u otro. Habla por nosotros cuando nuestra vida de oración es débil, cuando la duda es fuerte, cuando el miedo y la desconfianza nos abruman. Cualquier persona que ha luchado con la fe, o se sentía distante de Dios, puede encontrar un espíritu afín en St. Thomas. Jesús entiende nuestra humanidad, nuestras limitaciones, nuestras dudas. Cuando Jesús regresó a la habitación cerrada lo hizo por Tomás. Jesús siempre está ahí para Sus ovejas perdidas... para nosotros...
Al mirar a la semana venidera sabemos que Dios está allí para nosotros en nuestro viaje de fe y rezamos las palabras: "Mi Señor y mi Dios, confío en ti."