Mientras nos preparamos para celebrar mañana la bendición que es nuestra ciudadanía en "la Tierra de los Libres", nuestras lecturas de hoy nos llaman a reflexionar sobre una bendición más profunda de la ciudadanía que no termina en las fronteras nacionales. En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús os extiende una bendición: Bienaventurados los que no han visto y han creído. Somos tú, yo y todos los que creemos hoy que Jesús es su Señor. Las lecturas de hoy nos ofrecen un desarrollo de la creencia, de la falta de creencia de Tomás el Apóstol (que, como Didimo el gemelo, también refleja nuestra incredulidad ocasional) a su asombro y posterior creencia en venir a reconocer la verdad de la resurrección, a las implicaciones de tal fe tan bellamente descrita en la primera lectura, a la misión que no es tan captada por los creyentes en nuestro Señor Jesús, sino que los agarra como recipientes de un regalo tan grande que no puede ser guardado para nosotros, sino que debe ser compartido.
Los creyentes, según la Carta a los Efesios en la primera lectura de hoy, ya están en casa entre todos los que creen. Unidos con Dios y unidos por un vínculo compartido de amor y de fe, juntos creamos ya la vida futura que sabemos nos espera. La creamos viviendo con gozo la vida que Cristo nos ofrece. Al vivir ahora ya como ciudadanos del Reino de Dios al que la fe en Jesús nos admite, ya no somos "extranjeros y viajeros", sino que estamos en casa, viviendo ya la plenitud de la vida prometida por Cristo. Benditos somos en efecto, para ser piedras vivientes creando un espacio en este mundo donde Dios ya mora en el Espíritu.
Esta misma forma de vida, fundada en la creencia en el Señor Jesús, es ya una predicación irresistible para quienes tienen ojos para ver y oídos para oír. ¿Quién no quiere una vida caracterizada por la reconciliación y el amor, una vida en la que todos sean valorados por lo que son en lugar de lo que contribuyen o pueden ofrecer a los demás? Evangelizamos a través de nuestra creencia y la naturaleza de las vidas que fluyen de esa creencia. Somos evangelizadores al vivir nuestra creencia. Al mismo tiempo, debemos estar siempre preparados para dar razón de nuestra esperanza de que esta vida plena no está limitada por la muerte, que es la vida que los creyentes disfrutarán por toda la eternidad. ¿Quién puede resistirse a esa buena noticia!?