El Evangelio de ayer (Mt. 25, 14-30) parece injustificadamente duro. El Maestro confía a sus esclavos sus bienes, "cada uno según su capacidad". Sabía de lo que cada uno era capaz. Sin embargo, cuando llega el momento de rendir cuentas, trata al que tiene menos habilidad con una dureza extraordinaria. ¡Parece tan claramente injusto!
Esto es tanto más cuando sabemos muy bien que el Maestro en la parábola es Dios. ¿Dónde está la compasión divina? ¿Comprensión? ¿Misericordia?
Ah, pero llegar a esta conclusión es traicionar un malentendido de sabiduría espiritual.
Deja que te explique.
Cada uno de nosotros ha sido dotado por el Creador con el don del Espíritu abundante, libre y generosamente. Como hemos recibido, debemos dar con la misma generosidad.
*On Earth as it is in Heaven: The Spiritual Wisdom of the Gospels for Christian Preachers and Teachers Year A (Collegeville, MN, Liturgical Press: 2004)
John Shea lo expresa así: "Cuando el Espíritu es entregado, hay más de él. Hay más tanto para el que recibe el Espíritu como para el que lo da. Y este aumento no es una fracción sino un doble perfecto. Todo genera todo. De esta manera el crecimiento espiritual no es incremental sino exponencial. Se duplica con cada donación ... Así es como es." *
Al final del año litúrgico y en vísperas de un nuevo comienzo, haríamos bien en evaluar nuestro crecimiento durante el año pasado y quizás pensar en cómo cooperaremos con la generosidad de Dios y nuestra respuesta a ella en el año venidero de maneras nuevas, creativas, audaces y valientes.