Reflexión Tercer Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
"Ven, sígueme". Las formas de seguir a Jesús son tan únicas y variadas como las personas mismas. Él nos llama por nuestro nombre en tiempos tranquilos de nuestras vidas o en medio de los tiempos ocupados de nuestras vidas. Cuando escuchamos el llamado y respondemos experimentamos un cambio en nuestras vidas. Nos desafiamos a ser el rostro de Dios y hacer Su Voluntad; para llevar la Buena Noticias a los demás. A veces, cuando leemos sobre los Apóstoles o los Santos, nos invaden sentimientos de insuficiencia. Enfrentaron los desafíos en sus vidas y los superaron. ¿Soy digno?? ¿Puedo ser la persona que Dios me llama a ser? Cada vez que vamos a misa decimos las palabras: "Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, solo di la palabra y mi alma será sanada". Cuando recibimos la Eucaristía, recibimos de Dios la paz que solo puede venir por medio de Cristo, alimento para nuestro singular camino, fuerza y esperanza, incluso cuando nos sentimos indignos de su amor.
Creo que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en el mantenimiento y crecimiento del Reino de Dios. Algunos días los pasos que damos parecen pequeños, pero no a los ojos de Dios. Al esforzarnos por vivir una vida en honor a Jesús y apoyar y cuidar a aquellos que Él pone en nuestras vidas, estamos compartiendo los dones con los que Dios nos ha bendecido.
Dios misericordioso, hemos escuchado tu voz. Hemos sentido tu llamado. Hemos girado y soltado nuestras "redes". Te seguimos, paso a paso. ¿Qué deseas de nosotros? Te seguimos no porque sepamos dónde nos llevas, sino porque sabemos que eres tú, Dios, quien nos guía. Nuestras manos desean la seguridad de las "redes" que hemos llegado a conocer en nuestras manos. Ahora abrimos nuestras manos y corazones con fe. Guíanos, guíanos, mientras viajamos contigo a nuestro lado. Porque sabemos que nunca garantizaste un viaje fácil, pero prometes estar con nosotros en nuestro viaje. Amén.