Mientras la Iglesia universal se embarca en la segunda semana de Cuaresma en 2024, mi viaje cuaresmal personal ya había comenzado con la búsqueda de una plaza de aparcamiento en nuestra abarrotada iglesia parroquial el miércoles de Ceniza. El banco familiar que suelo ocupar ya estaba reclamado, lo que me llevó a encontrar un lugar alternativo. En medio de esta confusión, me llamó la atención una profunda comprensión: en todo el mundo, millones de católicos y protestantes principales se presentaban simultáneamente como pecadores, marcados con cenizas, y comenzaban este sagrado viaje cuaresmal.
La primera semana nos condujo al desierto junto a Jesús. El Evangelio del domingo pasado nos introdujo en una montaña elevada de transfiguración, con la directiva de Dios: "Escúchalo." Una señal que cuelga cerca de mi escritorio afirma: El primer deber del amor es escuchar, junto con la verdad auxiliar al lado: Ser escuchado está tan cerca de ser amado que la mayoría de nosotros no conoce la diferencia.
Esta revelación cristalizó para mí: Señor, he oído tu palabra. Ahora, al descender de la montaña, acepto el desafío de navegar a través de las próximas semanas de Cuaresma. Tu voz me manda a escuchar, no solo a Ti, sino a participar en la escucha profunda con los demás. Si bien puede parecer engañosamente simple, reconozco que tomará una profunda transformación interna, una voluntad de dejar ir mis propios pensamientos y formas de escuchar genuinamente en mi viaje cuaresmal de este año.