El profeta y su rechazo
Entre el domingo pasado y el siguiente la Palabra de Dios nos propone reflexionar sobre el profetismo, específicamente el rechazo que provoca el cumplimiento de la misión profética. En efecto, ayer escuchamos que el mismo Jesús sufrió el rechazo en su propia tierra. El próximo domingo veremos como Amós fue echado del santuario de Betel por el sacerdote Amasias.
Pero ¿qué es un profeta? En la Biblia se encuentra esta pregunta ya que allí se menciona a los falsos profetas (Jer 23: 16; Dt 13:2-6). El verdadero profeta es llamado por Dios y habla en su nombre, no en nombre de otros dioses (Dt 18: 15-20). Así, la vocación del profeta es tan misteriosa como personal. Dios elige a quien Él quiere y esa elección se manifiesta de manera particular en la vida de cada uno. Isaías fue consciente de su vocación mediante una visión (Is 6: 1-13); Amos fue simplemente sacado de su actividad habitual, la de ser pastor y agricultor (Amos 7: 14-15); El mismo evangelio de Marcos sugiere que Jesús tomó consciencia de su vocación cuando Juan el Bautista desapareció de la vida pública (Mc 1: 14).
Si la vocación profética es misteriosa y personal más complicada es su misión. Es que el profeta está siempre a contrapelo de la historia. Cuando el pueblo está abatido y desolado el profeta llama a la esperanza, a levantar el ánimo, a confiar en Dios. Cuando la gente está alegre el profeta tiene que advertir que se están alejando de Señor. La Palabra del Señor y la situación del pueblo es lo que marca el ministerio del profeta. Y esto lo vemos aún hoy. Como ejemplo el lema episcopal del obispo argentino Enrique Angelelli (1923-1976) era: “Con un oído puesto en el Evangelio y otro en el pueblo”. Lema que vivió hasta su martirio. El profeta no puede callar la injusticia, no puede mirar a otro lado ante el sufrimiento de los despojados de esta tierra; el profeta sabe que esto es contrario a la voluntad del Señor. Y esto tiene consecuencias. Jesús fue rechazado por los suyos (Mc 6: 1-6) y lejos de amedrentarse propuso a sus discípulos ser misioneros hasta el punto de aceptar ese rechazo (Mc 6:11). ¿Estas dispuesto a aceptar la vocación de profeta?