Recientemente tuve el don de viajar a África, concretamente a Marruecos. Aunque hubo muchos puntos destacados en el viaje, como pasar tiempo con mi única hermana, debo decir que terminé con un LUGAR favorito. Espero no olvidar nunca el poco tiempo que estuve en el desierto del Sahara. La oscuridad, el silencio, la arena impulsada por el viento golpeando contra mi piel. Mientras nos dirigíamos a nuestro campamento, el chofer era un nativo beréber muy amable a quien no podíamos entender, todo lo que pensé fue "estamos en el medio de la nada". Si morimos aquí, NADIE nos encontrará (aquí es cuando me di cuenta de que había visto demasiados episodios de la serie Criminal Minds).
En mi mente y en mis pensamientos no estaba en ninguna parte; en realidad, todo realmente me llevó a AHORA y AQUÍ. Mientras miraba las dunas a mi alrededor, de repente me di cuenta de lo atenta que estaba. ¿Había realmente un miedo a morir aquí que me mantenía alerta? O más bien, ¿es una característica del desierto, donde tus huellas se borran en cuanto das otros dos pasos y hay un silencio absoluto, para traerte a todos tus sentidos? ¿Es el desierto el único lugar donde puedes escuchar la UNA VOZ que importa?
El silencio es la clave para estar alerta y prestar atención amorosa a lo que ES. ¿Qué aportó Covid 19 a la humanidad? Nuestra mente dirá: la muerte de seres queridos, dificultades económicas (y ahora la inflación), demasiadas reuniones de zoom, etc. Nuestra mente ve lo que se "divide". Sin embargo, podemos sentir que también trajo una sensación de NO TENER LUGAR, NI TIEMPO masivo, colectivo y mundial. Hizo del mundo entero un desierto, un lugar para estar atento. ¿Qué nos está diciendo Dios en el silencio? Eso es lo que necesitamos para permanecer atentos en este tiempo de Adviento mientras seguimos viviendo en los caminos ásperos del Coronavirus. ¡Feliz segunda semana de Adviento!