Soy originario de Colombia y todos los años regreso a mi lugar de origen para visitar a mi familia. Normalmente vuelo de Houston a Bogotá. Es un viaje de un día entero para llegar allí. Por lo general, mientras espero en el aeropuerto, hago algunas llamadas telefónicas a algunas de las personas con las que me voy a reunir una vez que llegue a Colombia. También me imagino las cosas que me gustaría hacer mientras me quede allá. Esta es una forma de empezar a moverme mental y emocionalmente de aquí para allá.
Regresar a mi lugar de origen me da la oportunidad de reencontrarme con mi familia y algunos amigos de mi juventud. Mientras paso tiempo solo en casa, vienen a mi mente recuerdos, algunos de ellos agradables y hermosos; otros, dolorosos y desafiantes. De alguna manera, regresar a casa me trae rastros de mi propio viaje en la vida que he enterrado, ignorado u olvidado.
Estamos en el umbral del Tiempo de Cuaresma. Una temporada que abre sus puertas con las palabras del profeta Joel:
Ahora bien , afirma el Señor,
vuélvanse a mí de todo corazón,
con ayuno, llantos y lamentos;
Rásguense el corazón y no las vestiduras,
Vuélvanse al Señor su Dios.
Este es el momento de volver a Casa, de reconectarnos con nosotros mismos, con los demás, con la creación y con Dios. Especialmente en este momento, en el que podríamos haber estado lejos de muchas personas debido a la pandemia. Es hora de regresar a las personas y lugares que son significativos en nuestras vidas para celebrar la vida, reconciliarnos y restaurar nuestro camino. Durante esta temporada, también estamos invitados a dejar que la celebración de la Eucaristía nos brinde la oportunidad de estar en casa unos con otros con la gozosa proclamación de que nuestro Señor "es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga”.
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