Mientras reflexionaba sobre el Evangelio de Juan (Juan 8: 1-11) que escuchamos ayer en esta quinta semana de la Cuaresma, mis pensamientos se centraron en cómo estamos, nosotros, la iglesia, dando la bienvenida a las personas en nuestras parroquias al regresar a las misas presenciales. ¿Lo estamos haciendo con suavidad, o con un tono de severidad y juicio? ¿Estamos siendo el rostro de Dios para aquellos que regresan con los brazos abiertos y el amor incondicional? Recuerden, cuando señalamos con un dedo enjuiciando, hay tres dedos que nos apuntan de regreso. Todos hemos pecado; ninguno de nosotros es inmune. Dios nos recuerda que podemos comenzar de nuevo con corazones llenos de esperanza.
La magnífica escena del final del Evangelio resonó en mí. San Agustín lo dice mejor, "Y dos quedaron... uno lleno de miseria, y uno lleno de misericordia." Hay tanta miseria en nuestro mundo; una Iglesia misericordiosa que ofrece esperanza es desesperadamente necesaria. ¿Cómo podemos ser más como Jesús? ¿Qué mensaje esta Jesús escribiendo en la arena para nosotros? ¿Cómo podemos tener más esperanza, ser más amorosos y compasivos? ¿Cómo podemos ser esperanza para alguien en la miseria?
Al terminar esta Cuaresma, tal vez podamos tomarnos un tiempo y leer de nuevo Gaudium et Spes (Alegría y esperanza) del Concilio Vaticano II. Los temas principales que contiene son: el matrimonio y la cultura, la vida sociopolítica y económica, los lazos entre las naciones, y la guerra y la paz, temas dignos de nuestro tiempo y oración. Que Dios nos bendiga en este camino.