En unos días la Iglesia Católica Romana celebrará la Ascensión del Señor (26 de Mayo). El evangelio de Lucas (24:46-53) cuando narra esta experiencia dice: “Ustedes son testigos de esto”. Podemos preguntarnos de qué exactamente somos testigos. Una lectura rápida del texto ofrece dos puntos distintos. Por un lado, que el Mesías debía padecer y resucitar y por otro que en su nombre debía predicarse a todas las naciones sobre la necesidad de volver a Dios y el perdón de los pecados. Pero visto con más profundidad resulta que el testimonio de los cristianos gira en torno a una sola cuestión: el amor.
Ahora bien, los evangelios hablan del amor no como una teoría sino como una experiencia. Es la experiencia de Jesús que vivió su vida en completa y generosa entrega de sí mismo a su Padre y a la gente.
Somos testigos de la generosa entrega de sí mismo de Jesús y estamos llamados a ser testimonio de esa entrega con nuestra propia vida. Esteban fue el primero en dar ese paso perdonando a quienes lo mataban (Hch 7: 55-60). Somos testigos de la posibilidad de vivir en comunión con Dios en un mundo que no parece necesitar de Él. Somos testigos de un amor que perdona en un mundo que busca la seguridad en la fuerza y que recurre a la violencia para solucionar los conflictos. Frente a esta situación nuestro testimonio parece tan débil, y sin embargo es tan necesario.
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