Reflexión Trigésimo tercer domingo en el tiempo ordinario - Ciclo B
El pasaje del Evangelio de Marcos que escuchamos ayer nos dio mucho para reflexionar...
Incluso en nuestra hora más oscura el Señor no nos abandona. Sus ojos están siempre sobre nosotros; noche y día. Jesús habla de ser nuestro guardián para lo que no sabemos el día o la hora en que seremos llamados a Él. Si escuchamos y oímos sus palabras, permaneciendo cerca de él en nuestro viaje, no tenemos nada que temer. Su regalo para nosotros es su presencia hasta el fin de los tiempos.
Nacimos para cumplir el propósito de Dios. En el Evangelio escuchamos una analogía con un higo que da fruto o permanece estéril. En la parábola, la higuera no da fruto, está perdiendo espacio. Esta parábola nos llama a actuar en nuestra fe y completar la obra que Jesús se propuso llevar a cabo. Si usted mira atrás en este año pasado, ¿puede decir que nada ha cambiado en su vida la Palabra de Dios, dando fruto? ¿Qué ha producido Dios a través de ti??? Tal vez algo para que reflexiones...
Estamos llamados a leer las escrituras, luego salir y permitir que las palabras produzcan mucho fruto. Nuestras vidas se acortan con cada respiración que tomamos. Cuando vivimos nuestra fe como Dios nos llama a no estamos perdiendo; más bien damos mucho fruto. Somos llamados a adorar primero a Dios y luego salir a hacer discípulos. Es el acto mismo de salir que produce fruto que cumple el propósito de Dios en nosotros. Con frecuencia la producción de frutos no es visible para nosotros, porque ese no es nuestro llamado, sino que Dios ve y sonríe cuando hacemos su voluntad.
Que Dios nos bendiga en nuestro viaje mientras caminamos con él.