Jesús respondió: "[... ] Pero como es, mi reino no está aquí." Entonces Pilato le dijo: "¿Entonces eres un rey?"
- Jn 18:33ff
Esta escena del Evangelio de Juan leída durante la solemnidad de ayer de Cristo Rey es desgarrador. Pilato, que es un gobernante reconocido, está curioso acerca de este hombre que ha sido traído ante él y sobre cuya vida ahora tiene el poder final. En muchos sentidos, el hombre ante Pilato es miserable. Tras haber tenido una carrera triunfal entre un grupo de campesinos en un rincón oscuro del vasto Imperio Romano, ha sido traicionado por uno de los suyos, entregado a las autoridades y llevado por sus propios líderes a un juicio capital bajo un gobernante extranjero. Esta es una escena patética y digna de humillación.
Pilato no se pierde la ironía. "¿Eres un rey?" Pregunta a Jesús. ¿Tiene miedo? ¿Es desdeñoso? ¿O simplemente está perplejo y curioso? Debe haber habido una insinuación de intriga honesta, porque Jesús busca conocer la motivación detrás de su pregunta, y finalmente se dignó responder. Y con su respuesta, logra tanto dejar que Pilato sepa que cualquier poder que Pilato piensa que tiene sobre Jesús es una ilusión, y que hay un tipo de poder del cual el poderoso Pilato no tiene ni idea. A Pilato, Jesús señala, es literalmente de otro mundo.
Lo que hace que sea de otro mundo es lo que Jesús hace con este poder. ¡Él lo da todo! Él lo usa para levantar a los pobres en espíritu, a los que lloran, a los humildes, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los puros de corazón, a los pacificadores, y a los perseguidos por causa de la justicia. En nuestros días, cuando la política y el uso y abuso del poder son tan superiores en nuestras mentes, es un buen momento para preguntarnos: ¿Quién es realmente el gobernante de mi mundo, de mi vida?