Esta fue una de mis canciones favoritas de la infancia que les enseñé a mis hijos cuando crecían. Me recuerda el recuerdo de una reunión familiar con mis suegros en Estes Park en Colorado. Fue una hermosa velada en ese hermoso entorno. El cielo estaba lleno de estrellas y había una media luna. Sentados alrededor de una fogata con mi familia estaban la bisabuela Josie, la abuela Lina, muchas Tia y Tio, muchos primos y otros miembros de la familia.
Mi hija Mika, de tres años, me trajo mi guitarra. Con una gran sonrisa en su rostro, comenzó a cantar “This Little Light of Mine” con entusiasmo y todos se unieron. Pudimos ver a todos cantando y la canción trajo alegría y tranquilidad a todos. La pequeña Mika dejó que su luz brillara entre nosotros y arrojara luz sobre nuestra oscuridad. Esa noche ella trajo luz a todos.
El Evangelio de hoy cobró vida con un niño de tres años que derramó luz y alegría para todos: “porque no hay nada oculto que no llegue a ser visible, y nada secreto que no llegue a ser conocido y salir a la luz”. ¡Dondequiera que vaya voy a dejarlo brillar, dejarlo brillar, dejarlo brillar, dejarlo brillar!